A la hora de escoger quién será el narrador de la historia que quieres contar, surgen diferentes alternativas que, según tu pericia, será capaz de enganchar al lector en la lectura que te propones. Hoy te hablamos de la primera de esas opciones: la narración en primera persona.

Existe una infinidad de novelas narradas en primera persona que han pasado a la historia y que, además, han enganchado a millones de lectores en todo el mundo. Paul Auster en un autor que suele recurrir a esta fórmula que J.D. Salinger elevó a la maestría en El guardián entre centeno. Aunque, donde más se suele ver este tipo de narrador es en la novela negra. No obstante, tampoco se deshecha su uso en otros géneros siempre que esté bien trazado.

Porque ahí está el truco —y reto— a la hora de usar esta figura: cómo y de qué manera se va a utilizar.

Lo primero que tienes que tener en cuenta es que la narración siempre pivotará sobre dicho narrador, por lo que ha de conocer toda la historia, así como a todos los personajes que forman parte de ella. Al ser un narrador en primera persona, nos encontramos con un personaje que se convierte en real a ojos del lector, por lo que su construcción es clave para otorgarle esa credibilidad que busca el lector tanto en su narración como en la manera de contarla.

¿Qué has de tener en cuenta entonces? Las características del personaje: edad, procedencia, formación, estrato social… Detalles que conferirán la personalidad que quieras otorgar al personaje. Y cuidado con esos detalles, porque así sea su formación, por ejemplo, así será su manera de hablar, de ver las cosas, e incluso de encarar la vida.

Una figura interesante pero que conviene manejar con destreza para evitar que tu obra descabalgue a ojos del lector en las primeras páginas.

FUENTE: Literautas.com