Curiosidades de El valle de las almas en pena: Los personajes (2º parte)

Curiosidades de El valle de las almas en pena: Los personajes (2º parte)

Medea De Montparnasse, autora de El valle de las almas en pena, está encantada de contarnos curiosidades acerca de los personajes de dicha obra. Únicos, inclasificables, ya te lo advertimos hace un par de entregas. Y dan para mucho. Así que le hemos pedido que nos cuente más de ellos, de sus andanzas, de su papel en la novela. Simplemente, Medea en estado puro.

 

«A la monja, que le cae mal la otra, la sádica, curiosamente le toca en la misma habitación que ella, y sale a tomar aire con la excusa de ir a recepción a pedir que les den servicio despertador, y hago que se encuentre con uno de los yonquis y ella acabe siendo y hablando más de la calle que él. Y él, muerto de risa y de impacto, casi ni puede dormir, y recrea mentalmente, y dicho, además, una escena con su compañero, el otro yonqui, que hace que nos enternezcamos con el recuerdo de los episodios de Epi y Blas.

 

La actriz S venida a menos, una vez enmorcillada, y tras pelear de nuevo, y por rutina, se encuentra con ese marido abúlico que la reconoce en sus tiempos de gloria y se alegre lo que puede aún el hombre física y mentalmente, mientras su mujer chilla que ayude al niño. Un niño de 19 años, estimables a ojo de cubero, y tras dos gramos de coca que lleva ella encima.

 

Por cierto, atención a este título: “La lógica de la ilogia”. Tiene su explicación: no poner la C en medio es muy obvio, pero es así porque en este capítulo aparecen la logia y su mandamás en la tele y en la realidad, y se llama como el retrato del psicópata del capítulo 6.

 

Unos tricornios brillan en la oscuridad y reciben con risas y algarabía a un personaje desconocido que resulta parecerse mucho, pero que mucho, a Armando Bolillos, y cuenta cierta interpretación que ha tenido que hacer: comer fabada —que la detesta, ¡jajaja!— por no ir a la trena nadie. Y hasta cómo ha tenido que propinar las dos hostias contratadas para dejar la droga en el bolsillo a quien zumbaba.

 

El niño de la esvástica es un nini, y sólo la lleva para agradar a su madre, sacarle la pasta —que en eso manda ella— y aprovechar para beber JB con otros de igual índole que utilizan creencias con diferentes y variopintos motivos, pero liarla parda es el cénit, su patria y su ley.

 

La mujer ninfómana y anhedonica emocionalmente aprovecha para sacar también su parafilia exhibicionista y la monja sádica y salida lo ve, la pone cardíaca, y primero trata de contenerse sin suerte, no es su naturaleza. Se dirige a ver si le abre y cumplir con su sadismo, pero la ninfómana, sin abrir y presintiéndola, dice que ya está muerta. Luego se abalanza sobre la que la odia y sabe cómo es la que se encontró con el yonqui y le hizo reír. Quizá eso le salvó la vida, que le robó la navaja mientras reía. Ya aprovechó y se cargó con la misma navaja al que las humillaba y forzaba a todas, y salió desnuda fingiendo violación a pedir ropa a la maruja aburrida, que se la dio presta y ávida de aventuras, pero la monja no quería más que vivieran de su vida».

 

En la próxima, más acerca de los personajes de El valle de las almas en pena, de Medea De Montparnasse. Mientras, ¿por qué no disfrutas con este adelanto de la presentación de dicha obra, que tuvo lugar hace un par de semanas en Madrid? Si te están encantando estos posts, ¡no te puedes perder este vídeo!

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