La técnica descriptiva de Raymond Chandler

La técnica descriptiva de Raymond Chandler

Este genio de la novela negra, poseedor de un personalísimo y maravilloso estilo, opinaba justamente lo siguiente acerca del estilo en Literatura: “El estilo no se consigue preocupándose por el estilo, es la capacidad de transmitir la emoción y la percepción lo que hace escritor a un escritor”.

Dejemos a un lado la emoción que Chandler era capaz de transmitir, cargada de ingenio, cinismo, sentido del humor y también romanticismo, para enfocarnos, por esta vez, en su percepción.

La técnica de Chandler es impresionista ya que con un torrente de pinceladas, es capaz de transportarnos envolventemente a una determinada atmósfera, y también de retratar con convicción el cuerpo y el alma de sus personajes.

Cualquiera que haya leído alguna de sus novelas es como si realmente hubiera estado allí: en el Los Ángeles de los años treinta–cuarenta.

Observemos este párrafo de apertura de “El sueño eterno” (1939):

“Eran cerca de las once de la mañana, a mediados de octubre. El sol no brillaba y en la claridad de las faldas de las colinas se apreciaba que había llovido. Vestía mi traje azul plomizo con camisa azul oscuro, corbata y vistoso pañuelo fuera del bolsillo, zapatos negros y calcetines de lana del mismo color adornados con ribetes azul oscuro. Estaba aseado, limpio, afeitado y sereno, y no me importaba que se notase. Era todo lo que un detective privado debe ser. Iba a visitar a cuatro millones de dólares.”

Aquí tenemos la descripción inicial del detective privado Philip Marlowe. Ni una palabra sobre su anatomía, todas son sobre su indumentaria y sobre su acicalamiento, así como sobre algo que, en principio se le supone a todo trabajador que acude a su labor: sobriedad. Sin embargo, Chandler ya nos da un sutil dato acerca de la posible afición de su personaje a tomarse alguna que otra copa. Estamos en la California de preguerra mundial y a no muchos años de haberse sepultado la ProhibiciónLa gente bebe con alegría y es de buen tono. “Y no me importaba que se notase”señala con gracia desafiante Marlowe, como si el hecho de estar sereno a mediodía fuese objeto de descrédito.

Por otro lado, la paleta, cuajada de una combinación de colores fríos que hace Chandler, engarzando con suavidad el otoño, el sol pálido, las colinas de Los Ángeles, la lluvia y la indumentaria de Marlowe, es realmente prodigiosa. Y en un flash, nos ha metido completamente ahí.

Chandler es muy efectivo describiendo objetos con sus texturas y sus colores, pero a través de esa visión sobre los objetos, plasma el carácter de los humanos que pueblan sus novelas. Por ejemplo, en esta ocasión se trata de describir a la chica mala que es, al mismo tiempo, una niña bien:

“Tendría alrededor de veinte años; era pequeña y delicadamente formada, aunque parecía fuerte. Vestía pantalones azul pálido, que le sentaban muy bien. Andaba como flotando. Su pelo tostado era fino y ondulado y lo llevaba más corto de lo que se estilaba entonces: a lo paje con puntas vueltas hacia dentro. Sus ojos eran azul pizarra y no tenían expresión ninguna cuando miraron hacia mí. Se me acercó y sonrió; tenía afilados dientes pequeños y rapaces, tan blancos como el interior de la piel de la naranja fresca y tan nítidos como la porcelana. Brillaban entre los labios delgados, demasiado tirantes. Su rostro carecía de color y no parecía muy saludable.”

Humphrey Bogart y Lauren Bacal en “El sueño eterno” (Howard Hawks, 1946)

Está describiendo a la chica como si fuera un objeto, una muñeca. El párrafo está trufado de prosopopeyas invertidas, pero el efecto, curiosamente, no convierte al personaje en una cosa sino que transmite certeramente su energía de ser vivo. Y las pinceladas-guiño: lleva pantalones. Estamos en los años treinta, cuando llevar pantalones para una mujer era osado. El corte de pelo no es el de la época, que sería media melena ondulada, al estilo de Jean Harlow o Carole Lombard sino que es más bien el bobcut que se llevaba en la década anterior, tratándose de una joven de unos veinte años, Chandler nos está presentando a una chica con un gusto retro por la época de su infancia.

Para concluir, este fabuloso párrafo inicial del relato corto “Viento Rojo”:

“Aquella noche soplaba el viento del desierto. Era uno de esos vientos de Santa Ana secos y calientes que bajan de los puertos de montaña y te rizan el pelo y te hacen saltar los nervios y te pica la piel. En noches como esa, cualquier reunión en que se beba acaba en pelea. Las esposas más sumisas comprueban el filo del cuchillo de la carne y estudian el cuello de sus maridos. Puede pasar cualquier cosa. Incluso que te tomes una jarra grande de cerveza en un bar de cócteles.”

Ante semejante comienzo ¿cómo no seguir leyendo?

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