Por Fernando Sáez Carrión

El tiempo transita excitado, haciendo complicada su estancia en la esfera que delimita su frecuencia de paso. Las crueles agujas que domestican su ímpetu se ven incapaces de retener sus anhelos de liberación y no pueden impedir su fuga. Las redes que la sociedad ha dispuesto en el Monpas y en su entorno inmediato sufren el topetazo y sus compactos nudos se llenan de ensueños y quimeras.

Desde uno de ellos, Xibalie me dice que me espera para la ceremonia de coronación universal de su reina, que no puedo faltar. Tanta ceremonia, a Antonico, le huele mal, y pide consejo a su almirante. Antxon me transmite a gritos, que ha dispuesto una mesa de gildas para el banquete. Que ha incorporado un nuevo ingrediente que me va a encantar, el wakame. Los zemoriyos se persiguen por la red, desatan nudos y se lanzan memes insultantes. Ni dios puede con ellos. Tal es así que, dada su deteriorada autoridad y el escaso interés que despiertan sus consejos en los humanos, abandona la red y se va. Josetxo me revela el emplazamiento, cerca de la Kutraia, que ha diseñado para el ágape y la juerga posterior. Que tengo reservado el mejor rincón de la estancia. Lucía me manda un mensaje desde el Mediterráneo. Que ella también se apunta.

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