«Estaba por cumplirse una semana desde el día que el perro apareció en uno de los cerros de la cordillera. Nadie podía olvidarse de su primer aullido». Así presenta Landor C. Martoos, El aullido, un relato ficticio protagonizado por personajes reales.

Parroquia La Avanzada, en el cantón Santa Rosa de la provincia de El Oro, de Ecuador. Una semana después de aparecer un perro en los cerros de la cordillera junto a la que crecía dicha parroquia, nadie podía olvidarse de su primer aullido. Un aullido sobrecogedor que encogió el corazón a la mayoría de quienes lo escucharon; tanto por la sorpresa de la aparición en sí como por el aullido, que como bien describe el autor en la novela, «enchinó la piel a todos los que lo escucharon. Y fue la mayoría».

Un aullido que sorprendió y asustó a los primeros que lo escucharon, que al ser hora avanzada de la noche fueron todos adultos. Tan sobrecogedora resultó la experiencia que muchos la describieron como si les hubieran arrojado un balde de agua fría a la espalda; pero con eso no fue lo peor ser protagonista de tan desagradable despertar, sino el aullido en sí. Pues los habitantes de la Parroquia La Avanzada eran habitantes de extracción humilde y muy fáciles de impresionar. Entonces, el aullido escuchado despertó en ellos un macabro presentimiento; lo que aquel aullido provocó en cada una de aquellas mentes fue un presagio que ya parecía soterrado, pero que volvía a manifestarse para desgracia de todos ellos. Un presagio de lo que fue y todos deseaban que nunca volviera a ocurrir.

Y todo ocurrió desde aquel día que vieron aparecer a aquel perro en uno de los cerros de la cordillera y emitir su aullido agudo y sobrecogedor. Lo que vino a continuación es lo que Landor C. Martoos relata con excepcional maestría en El aullido.